La ERC es la pérdida gradual e irreversible de la función renal con el paso del tiempo. No tiene cura, pero puede tratarse y ralentizarse.
Los riñones, cuando funcionan con normalidad, actúan como filtros, y no hay indicios de sangre o proteína en la orina. Hay muchos factores, incluido el envejecimiento, que pueden reducir la capacidad de filtración de los riñones, y la ERC se diagnostica cuando la función renal disminuye de forma permanente. La ERC tiene cinco fases: en las fases 1-4, la atención se centra en conservar la función renal, mientras que en la fase 5 es necesaria la diálisis o un trasplante.
Fases 1-2. Puede no haber síntomas
Algunas personas no tienen síntomas, mientras que otras pueden estar ya diagnosticadas y se les puede haber ofrecido medicación. Se debe vigilar regularmente y controlar de forma adecuada la presión arterial, y, en caso de sufrir diabetes, debe asegurarse de vigilar el azúcar en sangre de forma regular y de que se mantenga lo más estable posible.
Fase 3. Es importante actuar
En la fase 3, la función renal habrá disminuido entre el 30 y el 60 por ciento de su capacidad total y el paciente debería acudir a revisiones médicas exhaustivas y regulares. Es vital hacer todo lo posible para ralentizar el avance de la enfermedad para así evitar las fases 4 y 5.
En la fase 3, es probable que se receten varios medicamentos y que, a menudo, se recomiende una dieta y un programa de ejercicios. También debería considerarse la posibilidad de la diálisis o de un trasplante de riñón, y puede que se le recomiende operarse para que las venas estén accesibles y preparadas para cuando sea necesaria la diálisis.
Fases 4-5. Los riñones ya no pueden cumplir su función
La insuficiencia renal tiene lugar cuando la función renal está al 15 por ciento de lo normal o por debajo, y puede provocar una acumulación peligrosa de residuos y agua en la sangre. En esta fase, son esenciales la diálisis o el trasplante de riñón.